jueves, 19 de enero de 2017

NIEVA EN JAÉN.


Esta mañana del mes de enero, comenzó fría, pero nublada a diferencia del día anterior, las ramas de la palmera se arrebujaban, tenían miedo del gélido cierzo y del cielo blanco, presagio de nieve helada.




Eran la una en punto de la tarde,
 cuando los primeros copos comenzaron a caer, 
sólo los más valientes desafiaron al frío del invierno
 que por fin llegaba,




los caminos del parque quedaron desiertos, 




las ramas desnudas, 
poco a poco se fueron cubriendo 




 de hojas heladas, 
que caían del blanco cielo.



Los mudos espectadores, 
se concentraban en recoger este breve instante,
 tan raro en Jaén,




acostumbrado al frío seco,
 mientras varea olivos de negras aceitunas
 todo cubiertos.





En el centro de la ciudad,
los edificios, bajo la nevada,
se visten



de nuevos colores, extraños,
nunca antes conocidos,





que tardarán muchos años de nuevo lucir,
por eso nuestro afán y alegría en recogerlos
y guardarlos en nuestra pupilas hoy ateridas.




Y en lo más alto del Cerro,
el Castillo de Santa Catalina hoy nevado.




Ya tan solo nos queda esperar a mañana, 


para ver 
los montes
 de Jaén



cubiertos de nieve.


Gracias a nuestra amiga Cloti, por enviarnos la foto del Castillo nevado.

Un saludo.

domingo, 15 de enero de 2017

SAN ANTÓN EN JAÉN


Desde hace muchas generaciones Jaén celebra  lumbres en la noche de San Antón.




En un primer momento las hogueras se hacían para proteger a los animales de la casa que ayudaban en las tareas del campo: obstinados mulos,  burros mansos siempre dispuestos y obedientes a llevar sacos de negra aceituna al molino lejano; sin olvidarse del cerdo que paciente engorda, para ser sacrificado en la próxima matanza del aún hoy  diciembre lejano, o a  perros o gatos  defensores de hogares contra cacos y roedores.



Hoy la fiesta mantiene gran parte de sus raíces, así las lumbres se preparan por la mañana, en ellas arderán el ramón de los olivares recién podados, junto a restos de madera ajada.




 Hace unos años, las familias asaban las calabazas en los hornos panaderos repartidos por los barrios de la ciudad, 
sin embargo en nuestros días, muchos jaeneros
se acercan a las confiterías para comprar sus calabazas ya preparadas,




junto a ellas, alrededor del fuego se comerán rosetas: 
bolitas blancas o de color de maíz frito al que se le añadió sal o delicioso azúcar al gusto,






manjar de grandes y pequeños en las frías tardes
de todos los inviernos.





La noche de San Antón ha conservado gran parte de su tradición de lumbres, melenchones, corros alrededor del fuego, petardos, calabazas, rosetas, acompañadas de un  chato de vino o un biscuter de cerveza "El Alcázar" bien frío,
y
desde hace más de treinta años




la fiesta se celebra
 corriendo antes de encender las lumbres,





Miles de personas se reúnen para recorrer
las calles y plazas de Jaén. 
La salida es una explosión de colores,
 de anhelos, de sonidos, de murmullos,
iluminados por el fulgor de mil antorchas.
La muchedumbre inicia la carrera unida
para desperdigarse poco a poco 
en una sinfonía de pasos que danzan
unidos siguiendo un único compás.






Primero es el turno de los más jóvenes,
que corren alocados, recogiendo vítores y
aplausos de asombrados espectadores,





más tarde es el turno de los mayores,
para desafiar el frío y el tremendo 
esfuerzo:





tendrán que subir empinadas y fatigosas lomas,
para descender  después veloces cuestas
que los llevarán ahora trepando,
hora bajando 



para recorrer la plateada loma  
donde desde hace siglos 
se levanta la ciudad de Jáen.

Los participantes unidos por la satisfacción 
de superar un reto



se afanan generosos,





en su titánico esfuerzo, 
mientras pasan raudos cual sutiles sombras,
que nuestra cámara es incapaz de reflejar
dado la velocidad de sus vivas zancadas.





que instante, tras instante,
los llevará a lograr su verdadero afán;
alcanzar la lejana Meta:




 volver a correr de nuevo
esta noche 
de
 antorchas y lumbres.



Cuando la carrera termina
es el tiempo de las lumbres,




el ramón arde,
las pavesas vuelan
los niños sueñan.

Mientras los más osados juegan con el fuego,
alrededor de las ascuas ardientes,
cantan y bailan,
queman  todos sus miedos:


Ya están las calabazas
tururú
puestas al horno
tururú, ru, ru.


Y sal a bailar salero
salero sal a bailar
que tiene usted para mi
la gracia de Dios salá.




Los corros y melenchones
se acompañan de 
ruidosos petardos
y




fuegos
que iluminan
cada año el gélido cielo.



Desde Jaén por San Antón.

Carolina.