Desde hace muchas generaciones Jaén celebra lumbres en la noche de San Antón.
En un primer momento las hogueras se hacían para proteger a los animales de la casa que ayudaban en las tareas del campo: obstinados mulos, burros mansos siempre dispuestos y obedientes a llevar sacos de negra aceituna al molino lejano; sin olvidarse del cerdo que paciente engorda, para ser sacrificado en la próxima matanza del aún hoy diciembre lejano, o a perros o gatos defensores de hogares contra cacos y roedores.
Hoy la fiesta mantiene gran parte de sus raíces, así las lumbres se preparan por la mañana, en ellas arderán el ramón de los olivares recién podados, junto a restos de madera ajada.
Hace unos años, las familias asaban las calabazas en los hornos panaderos repartidos por los barrios de la ciudad,
sin embargo en nuestros días, muchos jaeneros
se acercan a las confiterías para comprar sus calabazas ya preparadas,
junto a ellas, alrededor del fuego se comerán rosetas:
bolitas blancas o de color de maíz frito al que se le añadió sal o delicioso azúcar al gusto,
manjar de grandes y pequeños en las frías tardes
de todos los inviernos.
La noche de San Antón ha conservado gran parte de su tradición de lumbres, melenchones, corros alrededor del fuego, petardos, calabazas, rosetas, acompañadas de un chato de vino o un biscuter de cerveza "El Alcázar" bien frío,
y
desde hace más de treinta años
la fiesta se celebra
corriendo antes de encender las lumbres,
Miles de personas se reúnen para recorrer
las calles y plazas de Jaén.
La salida es una explosión de colores,
de anhelos, de sonidos, de murmullos,
iluminados por el fulgor de mil antorchas.
La muchedumbre inicia la carrera unida
para desperdigarse poco a poco
en una sinfonía de pasos que danzan
unidos siguiendo un único compás.
Primero es el turno de los más jóvenes,
que corren alocados, recogiendo vítores y
aplausos de asombrados espectadores,
más tarde es el turno de los mayores,
para desafiar el frío y el tremendo
esfuerzo:
tendrán que subir empinadas y fatigosas lomas,
para descender después veloces cuestas
que los llevarán ahora trepando,
hora bajando
para recorrer la plateada loma
donde desde hace siglos
se levanta la ciudad de Jáen.
Los participantes unidos por la satisfacción
de superar un reto
se afanan generosos,
en su titánico esfuerzo,
mientras pasan raudos cual sutiles sombras,
que nuestra cámara es incapaz de reflejar
dado la velocidad de sus vivas zancadas.
que instante, tras instante,
los llevará a lograr su verdadero afán;
alcanzar la lejana Meta:
volver a correr de nuevo
esta noche
de
antorchas y lumbres.
Cuando la carrera termina
es el tiempo de las lumbres,
el ramón arde,
las pavesas vuelan
y
los niños sueñan.
Mientras los más osados juegan con el fuego,
alrededor de las ascuas ardientes,
cantan y bailan,
queman todos sus miedos:
Ya están las calabazas
tururú
puestas al horno
tururú, ru, ru.
Y sal a bailar salero
salero sal a bailar
que tiene usted para mi
la gracia de Dios salá.
Los corros y melenchones
se acompañan de
ruidosos petardos
y
fuegos
que iluminan
cada año el gélido cielo.
Desde Jaén por San Antón.
Carolina.