De nuevo en Jaén para conocer sus barrios y sus gentes,
comenzamos nuestro recorrido, en lo más alto del barrio de San Felipe, en este mes de Julio,
que más parece primavera, donde liban las abejas los aromas de sutiles flores de azules lavandas.
Un poco más arriba a los pies del castillo, se eleva el barrio del "Tomillo", que con sus alegres colores llena de luz el dorado otero.
Seguimos camino atravesando la antigua cerca, mientras nos miran atentas las afiladas crestas del "Cerro Almodóvar",
y en la cumbre de la Carretera de Circunvalación, dejamos el monte y nos precipitamos ladera abajo
por estrechas, entrañables y empinadas sendas, como la que baja por la calle: Cabrerizas Bajas hasta nuestro destino de hoy:
San Bartolomé, un barrio de caminos estrechos, que aún conserva fachadas de piedra, recuerdo de alcurnias viejas.
Su artería principal da nombre al vecindario, en ella casonas de principios del XX, que muestran gustos eclépticos, decoradas con ladrillos, piedra y protegidas por fuerte rejería.
El corazón del barrio, la plaza, remanso de paz, donde sus dos fuentes con sus ecos rompen el silencio del pétreo oasis,
frente a ellas, una gran casona construida en 1886, por un ingeniero de caminos,
dicen los amigos de lo esotérico que en esta casa ocurren cosas raras e insólitas: puertas que se abren, objetos que cambian de lugar,..., sucesos que en ocasiones se acompañan de susurros y gemidos, afirman algunos de almas en pena.
La Iglesia de San Bartolomé, con su humilde espadaña, es un templo que data del siglo XIV,
en su interior encontramos tres naves, cubiertas por artesonado de madera, sobre arcos apuntados de ladrillo.
En el altar mayor un monumental retablo del siglo XVI, obra de Sebastián de Solís.
En una de las capillas, junto al Altar Mayor se conserva el Cristo de la Expiración, obra del siglo XVIII, atribuido a José de Medina.
En la nave nos encontramos con una Pila Bautismal, de cerámica verde vidriada con caracteres góticos del siglo XV, en estilo gótico-mudéjar.
En otra pequeña plaza, también contigua al templo, se conserva esta estatua de un zagal con su perro, recuerdo de todos los niños y adolescentes que pasaron por el lugar para estudiar en el antiguo Colegio de San Agustín, fundado en 1896 y desaparecido en los años 80 del siglo XX.
Salimos del barrio para llegar a la Calle Colón, con la silueta del teatro Darymelia.
Perpendicular a la calle Colón, se abre la calle Cerón, y en ella
El antiguo Casino de Artesanos, hoy ocupado por dependencias municipales,
que le han dado nueva vida a su patio porticado, presidido por
una moderna vidriera.
Nuestro camino de hoy, va poco a poco terminando, pero antes en la calle Arco del Consuelo, hacemos un alto para tomar un aperitivo en cualquiera de los bares que pueblan el lugar.
Nuestras últimas miradas son para este edificio en ladrillo de principios del XX , testigo de un tiempo más pausado y calmado y,
ya por último la Plaza de San Francisco que nos llevará a uno de nuestros próximos destinos, el barrio de San Ildefonso,
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