El arrebol pregona mar de espumas y plateadas olas,
en la marina, el firmamento de terciopelo se ha enamorado de una estrella fugaz,
el mar celoso, herido, comienza a bramar, no la puede alcanzar.
Son olas blancas que se estrellan, en un estruendo sordo, contra el cristal de cobre viejo, en el que se ha tornado la orilla,
a lo lejos nos contempla la pequeña punta de tierra, que altanera se adentra en la mar, irisada de anaranjados, parece abrasarse en los ardientes rayos del sol poniente,
mientras a la marina, ondas de espuma y sal, incansables no dejan de arribar.
Todo es espuma, blanco nácar, cuando observamos la fuerza del mar, o
melancólica penumbra que las nubes envidiosas quieren ocultar.
La luz parece volar entre del fragor de las olas, vistiéndolas del color de las caracolas y el rosa del coral,
las saladas espumas se encrespan, se retuercen, juegan agitadas como gacelas enamoradas.
De pronto todo es paz, calma, ahora la mar no nos deja de mirar, nos embruja con su cantar, del que nunca podremos escapar, sentimos como
el palpitar de nuestro tiempo, es el mismo que el rumor de las ondas, que tercas siguen llegando a su íntima cita con las grises arenas de la playa desierta,
son bandadas de colores que acarician con delicadeza la piel tersa de una joven y dulce princesa.
En un instante todo es simple, sencillo: la luz del sol que suave declina, la brisa que mece y la mar que nos recita su eterno soñar:
¿Si sabes mi secreto, marinero dímelo?
Esperamos vuestros comentarios y sugerencias.
Un saludo. Carolina.
que bonitas fotografias y los comentarios me encantan
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