En la Marina esta tarde de Agosto, sopla poniente,
gélido viento que encrespa el mar, transformándolo en una sinfonía de excitadas
olas que estremecen incansables la indefensa ribera.
La playa se ha quedado desierta, desolada, sólo
quedan olvidadas huellas que se cruzan indescifrables sobre la arena.
Hoy el mar es un caballo fiero, desbocado que
orgulloso alza sus crines plateadas de luz y encono, para contemplarse altanero en el cristal
de un espejo de agua y piedra.
Salta dibujando cabriolas, piruetas, que son rizos
tejidos con el llanto de delicados encajes, que arrastran en su galope cantos y
caracolas,
corcel indómito, trota ligero entre las ondas, sembrando espumas, amasando vientos.
En la orilla, solitario espera ,el osado caballero, su
anhelo cabalgar sobre el rizo de una ola, domar la fuerza de una quimera,
tan sólo armado
de su afán y un delgado madero espera surcar espumas, navegar ensortijadas
ventoleras.
Resuelto y seguro mira extasiado la onda que le hará
sentir señor de mar y cielo.
Vano esfuerzo, tan solo nos es permitido contemplar
su azul turquesa cuando besa la orilla y borbotea estremecida dejando aparecer
la arena,
para que otros en su inocencia jueguen precavidos,
temerosos chapoteando primero en la segura orilla y
luego raudos, risueños correr alborozados a tocar la
faz de la mar que se retira compasiva.
Marina adentro el agua se llena de borrascosas
colinas que vieron la luz en otro horizonte más azul, más desolado, que avanzan
certeras, sin tregua, para cumplir
resignadas, cierto su sino: precipitarse en eterna
cascada,
que esta tarde hiere nuestra incrédula mirada.
Pareciera que el mar todo se hubiera cristalizado en
un orfeón de afilados y raros corales que cortan con su rumor cantos de sirenas, palabras de amor que
nadie escuchó
olvidadas por el murmullo de las olas en su perpetuo
tronar y
el chillido de las gaviotas que indiferentes volando
van.
Hacia poniente la luz del sol, se atreve a besar,
pícaro la claridad del mar, el blancor de las estelas,
las olas ateridas, sorprendidas, se alborotan, saltan, se agitan,
le clavan puñales de espuma, cristales de arena.
El Sol, conmovido, arrepentido llena de luz la
inmensidad de la Marina que ahora, parece casi dormida,
gozosas, risueñas las espumas se mecen al bamboleo
del silbo del viento y el calor del Sol,
luz que nos deja el temblor de volver a empezar.
Un saludo a todas y todos desde la Marina.
¡Hasta Pronto! Carolina.
son dignas de ver y leer asi que las comparto para que tod@s mis amig@s puedan ver leer y disfrutar de esta maravilla gracias y ¡¡¡¡ENHORABUENA¡¡¡¡¡
ResponderEliminar